“He Will Never Leave You Nor Forsake You”

by Leon Brown

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I recall a time in my ministry when the congregation and I encountered a challenge. As their leader, I was troubled and needed to make a decision about how this particular situation should be handled.

Although I don’t remember all the particulars of this specific situation, I do remember that at one point during that particularly challenging time I had to take a trip. 

The travel arrangements were made, I made my way to the airport, and I boarded the plane. And it just so happened that I got a window seat.

As the plane took off and began to soar, all the while I was having a conversation with God. I was extremely troubled. I was not looking for a simple answer or quick solution—something that I could accomplish without much effort. I wanted to hear from God. I wanted to be in alignment with God’s perfect will, not His permissive will. 

Let me pause and confess to you that one of the joys of being a pastor is that you have a wonderful boss. God is my boss; the conference office signs my paycheck. 

When I became a Seventh-day Adventist pastor, it was with the knowledge that God had promised that He would never leave me nor forsake me. I have a sign hanging behind my desk in my office at home. It reads, “The Will of God will not take you where the Grace of God will not protect you.” And I believe that.

Aerial top view of middle class neighborhood with villas in South California, USA

When I looked out the window that day as I flew over thousands of homes, a thought hit me. From the vantage point of passengers in a plane, we can observe homes and the persons in these homes from a vastly different perspective. When we look at our problems from above, they appear smaller and less significant than they do from the ground. I thought to myself, This is the view God has! From 35 or 45 thousand feet, our problems look a lot different.

When we look at our problems from above, they appear smaller and less significant than they do from the ground.

Look at how vast the world is! The problem that seems to be so gigantic to me is very small in the grand scheme of things. 

Every one of these homes has people living in them. And they all have their own individual lives and families. Each of these homes that I was observing from the sky contains their joys, troubles, difficulties, and challenges. 

And I imagine that in each one of these homes, their particular problems appear to be all-consuming. That’s how life is. When you are in a boat and it’s taking on water, all you can think about is your boat and not the hundreds of other vessels that are in the water around you.

As I continued to look out the window into the horizon, I began to look at that problem from a completely different vantage point. I realized that God was handling the challenges in all those homes, in all those lives, all around the globe. Of course He could handle my challenges, my problems.

Needless to say, I came home with a different outlook on the problem. God showed us how to solve it, and it was resolved—or at least the problem was mitigated. And, most importantly, today I don’t carry it around with me. God took care of it. You know, from that day forward, I began to look at problems differently. 

I am human, so I still get stressed and sometimes overwhelmed. However, when I have a challenge that overwhelms me, I love to get on a plane and look out the window and remember what God has done for me in the past and what He is doing in billions of lives around the globe.

When I can’t fly, I can accomplish the same feat by driving the car to a vantage point overlooking the city or by sitting on the beach and looking out at the vastness of God’s wonderful creation. I love to take a walk or a hike in the woods, looking at a beautiful lake or waterfall or observing the great expanse and grandeur of a mountain. All these are reminders of how truly great and mighty God really is.

All these are reminders of how truly great and mighty God really is.
All these are reminders of how truly great and mighty God really is.

It all reminds me that God’s got me. He’s got us. He always has, and He always will keep His promise to us. Thus we can claim the promise He made to Joshua: “Be strong and courageous! Do not be afraid or terrified because of them, for the Lord your God goes with you; he will never leave you nor forsake you” (Deuteronomy 31:6, NIV).

He will never leave us. He will not forsake us.

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Leon B. Brown Sr. is the executive vice president of the Pacific Union Conference.

 

 

«Nunca nos dejará ni nos desamparará»

Por Leon Brown

Recuerdo un momento en mi ministerio en el que la congregación y yo nos enfrentamos a un desafío. Como su líder, estaba preocupado y necesitaba tomar una decisión sobre cómo se debía lidiar c on esta situación en particular.

Aunque no recuerdo todos los detalles de esa situación específica, recuerdo que en un momento durante ese momento particularmente desafiante tuve que hacer un viaje. 

Se hicieron los arreglos del viaje, me dirigí al aeropuerto y abordé el avión. Dio la casualidad de que tuve un asiento junto a la ventana.

Cuando el avión despegó y comenzó a elevarse, todo el tiempo estuve teniendo una conversación con Dios. Estaba muy preocupado. No buscaba una respuesta sencilla o una solución rápida, algo que pudiese lograr sin mucho esfuerzo. Quería escuchar a Dios. Quería estar alineado con la voluntad perfecta de Dios, no con su voluntad. 

Voy a hacer una pausa y confesar que una de las alegrías de ser pastor es que tiene un jefe maravilloso. Dios es mi jefe; la oficina de la conferencia firma mi cheque de pago. 

Cuando me convertí en pastor adventista lo hice con el conocimiento de que Dios había prometido que nunca me dejaría ni me abandonaría. Tengo un letrero colgado detrás de mi escritorio en la oficina de mi casa que reza: «La voluntad de Dios no te llevará a donde la gracia de Dios no te protegerá». Lo creo de corazón.

Aerial top view of middle class neighborhood with villas in South California, USA

Cuando miré por la ventana ese día mientras volaba sobre miles de casas, se filtró en mi mente un pensamiento. Desde el punto de vista de los pasajeros del avión podemos observar hogares y personas que viven en ellos desde una perspectiva muy diferente. Cuando miramos nuestros problemas desde arriba, parecen más pequeños y menos significativos que desde el suelo. Pensé para mis adentros: ¡Este es el punto de vista que Dios tiene! A los35 o 45 mil pies de altura nuestros problemas se ven muy diferentes.

¡El mundo es tan vasto! El problema que me parece tan gigantesco es muy pequeño en el gran esquema de las cosas. 

En cada una de esas casas viven personas. Todos tienen sus vidas y familias. Cada uno de esos hogares que observaba desde lo alto contiene sus alegrías, problemas, dificultades y desafíos. 

Me imagino que en cada uno de esos hogares sus problemas particulares parecen consumirlo todo. Así es la vida. Cuando estás en un bote y se está llenando de agua, todo lo que puedes pensar es en tu bote y no en los cientos de otras embarcaciones que están en el agua a tu alrededor.

A medida que continuaba mirando por la ventana hacia el horizonte, comencé a ver ese problema desde un punto de vista completamente diferente. Me di cuenta de que Dios estaba manejando los desafíos en todos esos hogares, en todas esas vidas, en todo el mundo. Por supuesto que él podía manejar mis desafíos, mis problemas.

No hace falta decir que llegué a casa con una perspectiva diferente del problema. Dios nos mostró cómo resolverlo y se resolvió, o al menos el problema se mitigó. Lo más importante es que hoy no me mortifica más. Dios se hizo encargo. A partir de ese día comencé a ver los problemas de manera diferente. 

Soy humano así que todavía me estreso y, a veces, me siento abrumado. Sin embargo, cuando tengo un desafío que me abruma, me encanta subirme a un avión y mirar por la ventana y recordar lo que Dios ha hecho por mí en el pasado y lo que está haciendo en miles de millones de vidas en todo el mundo.

Cuando no puedo volar puedo lograr la misma hazaña conduciendo el automóvil hasta un punto alto con vista a la ciudad o sentándome en la playa y contemplando la inmensidad de la maravillosa creación de Dios. Me encanta dar un paseo o una caminata por el bosque, mirar un hermoso lago o cascada u observar la gran extensión y grandeza de una montaña. Todos son recordatorios de cuán verdaderamente grande y poderoso es Dios.

Hiker pauses on mountain ridge above coastal mountains and inlet

Todo me recuerda que estoy en las manos de Dios. Él nos sostiene. Él siempre lo ha hecho, y siempre cumplirá su promesas. Así podemos reclamar la promesa que le hizo a Josué: «¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te asustes, porque el Señor tu Dios va contigo; él no te dejará ni te desamparará» (Deuteronomio 31:6).

Nunca nos abandonará. No nos desamparará.

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Leon B. Brown Sr. es el vicepresidente ejecutivo de la Pacific Union Conference.