Martin Luther was excommunicated on January 3, 1521—in part because of his (literally) fiery response to receiving from the church establishment a document entitled "Bull Exsurge Domine!” (“Arise, O God!”). In this document, the church demanded that he recant his statements about the sale of indulgences (he said they were wrong) and corruption (he said it was rampant) within the church hierarchy, and the “bull” called on all Christians to burn the books and pamphlets containing Luther's ideas and writings.
The bull was sent to Luther in October of 1520. Sixty days after receiving the bull, on December 10, 1520, Luther built a fire of his own—burning volumes of church law, assorted papal constitutions, and various works of scholastic theology that Luther deemed heretical.
He could not have been more clear in the message he was sending: The message of the “Five Solas” was true—Sola scriptura (By Scripture alone), Sola fide (By faith alone), Sola gratia (By grace alone), Solus Christus (Through Christ alone), Soli Deo Gloria (Glory to God alone). Burning the bull helped draw attention back to the truth, in an action that became the basis for reform in Catholicism and the genesis of protestant faith.
Luther himself (festively dressed in priestly black) threw the infamous bull into the fire. And he didn’t stop there. He refuted the bull, point by point, in writings that were printed and distributed throughout Germany and the church.
Having broken with the church in such a fiery and memorable way, he did not hold back in his condemnation of the actions of the established church, writing, “But whoever wrote this bull, he is Antichrist. I protest before God, our Lord Jesus, his sacred angels, and the whole world that with my whole heart I dissent from the damnation of this bull, that I curse and execrate it as sacrilege and blasphemy of Christ, God's Son and our Lord. This be my recantation, Oh bull, thou daughter of bulls.”1
Even though the arguments between Luther and the church had been going on for years, it didn’t take long for the church to respond with yet another papal bull—and on January 3, 1521, Luther got the boot from the authors of the bull, and he was excommunicated.
And the result? Well, the Protestant Reformation, the Catholic Counter-Reformation, the world irrevocably and dramatically changed. You can’t burn ideas. But you can burn the bull.
Luther is remembered for expressing his ideas in the “95 Theses,” his summary of the complaint he had against the existing church policy and practice. Had it stopped there, I doubt anything would have happened. But it didn’t stop there.
Luther went beyond expressing his frustration in words—he acted. He stood by what he wrote, he insisted on the truthfulness of the claims, he persisted in condemning the practices that he found abhorrent and false.
And then one morning, in early winter, he rounded up some pamphlets and books that were representative of the heresy he opposed, and he set them alight. First he spoke, then he acted. It wasn’t enough to just say something—he had to do something about what he saw. That’s what changed history.
Faith takes many forms, but without action, it’s not worth much. Unless it changes how we live, faith is futile. But when it leads to changes in our values, when those values become behavior, and when our behavior mirrors those transforming ideas—that’s when it matters. That’s how we “burn the bull.”
“He has shown you, O man, what is good; And what does the Lord require of you but to do justly, to love mercy, and to walk humbly with your God?” (Micah 6:8, NKJV).
Martin Luther got it right. Micah the prophet got it right: DO justly, LOVE mercy, WALK humbly.
The challenge is not finding or even expressing the ideas. The challenge is living by them. Acting on them. Becoming a living embodiment of them. That’s what it means to burn the bull.
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Ray Tetz is the director of communication and community engagement for the Pacific Union Conference and the publisher of the Pacific Union Recorder.
1 Roland H. Bainton, Here I Stand: A Life of Martin Luther (Peabody, MA: Hendrickson Classic, 1950), pp. 153-155.
La última palabra: La quema de «la Bula»
Por Ray Tetz
Martín Lutero fue excomulgado el 3 de enero de 1521, en parte debido a su (literalmente) ardiente reacción al recibir del establecimiento eclesiástico un documento titulado «¡Bula Exsurge Domine!» («¡Levántate, oh Dios!»). En ese documento, la iglesia le exigía que se retractara de sus declaraciones sobre la venta de indulgencias (dijo que estaban equivocadas) y la corrupción (dijo que era desenfrenada) dentro de la jerarquía eclesiástica, y la «bula» pedía a todos los cristianos que quemaran los libros y folletos que contenían las ideas y escritos de Lutero.
La bula fue enviada a Lutero en octubre de 1520. Sesenta días después de recibir la bula, el 10 de diciembre de 1520, Lutero encendió su fuego, quemando volúmenes de la ley eclesiástica, diversas constituciones papales y varias obras de teología escolástica que Lutero consideró heréticas.
No podría haber sido más claro en el mensaje que estaba enviando: el mensaje de las «Cinco Solas» era verdadero: Sola scriptura (solo las Escrituras), sola fide (solo por fe), sola gratia (solo por gracia), solus Christus (solo por Cristo), soli Deo gloria (gloria solo a Dios). Quemar la bula ayudó a llamar la atención sobre la verdad, en una acción que se convirtió en la base de la reforma del catolicismo y en el génesis de la fe protestante.
El mismo Lutero (vestido festivamente de negro sacerdotal) arrojó la infame bula al fuego. Y no se detuvo ahí. Refutó la bula, punto por punto, en escritos que se imprimieron y distribuyeron por toda Alemania y Europa.
Habiendo roto con la iglesia de una manera tan tajante y memorable, no se contuvo en su condena de las acciones de la iglesia establecida, escribiendo: «Pero cualquiera que haya escrito esta bula, ése es el Anticristo. Protesto ante Dios, nuestro Señor Jesús, sus santos ángeles y el mundo entero que con todo mi corazón disiento de la condenación de esta bula, que la maldigo y execro como sacrilegio y blasfemia de Cristo, Hijo de Dios y Señor nuestro. Esta es mi retractación, ¡oh bula, hija de bulas!1
A pesar de que las discusiones entre Lutero y la iglesia habían estado ocurriendo durante años, no pasó mucho tiempo para que la iglesia respondiera con otra bula papal, y el 3 de enero de 1521, Lutero fue expulsado por los autores de la bula y fue excomulgado.
¿Y el resultado? Pues bien, la Reforma Protestante, la Contrarreforma Católica, el mundo cambió irrevocable y dramáticamente. No se pueden quemar ideas. Pero se puede quemar la bula.
Lutero es recordado por expresar sus ideas en las «95 Tesis», su resumen de la queja que tenía contra la política y la práctica de la iglesia existente. Si se hubiera detenido allí, dudo que hubiera pasado algo. Pero no se detuvo ahí.
Lutero fue más allá de expresar su frustración con palabras, actuó. Se mantuvo firme en lo que escribió, insistió en la veracidad de sus afirmaciones, persistió en condenar las prácticas que consideraba aborrecibles y falsas.
Y entonces, una mañana, a principios del invierno, reunió algunos folletos y libros que eran representativos de la herejía a la que se oponía, y les prendió fuego. Primero habló, luego actuó. No bastaba con decir algo, tenía que hacer algo con lo que veía. Eso fue lo que cambió la historia.
La fe toma muchas formas pero ,sin acción, no vale mucho. A menos que cambie la forma en que vivimos, la fe es inútil. Pero cuando conduce a cambios en nuestros valores, cuando esos valores se convierten en comportamiento, y cuando nuestro comportamiento refleja esas ideas transformadoras, ahí es cuando importa. Así es como «quemamos la bula».
«Él te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno; ¿Y qué es lo que el Señor pide de ustedes sino que hagan justicia, que amen la misericordia y que anden humildemente ante su Dios?» (Miqueas 6:8).
Martín Lutero acertó. El profeta Miqueas tenía razón: HACER justicia, AMAR la misericordia, CAMINAR humildemente.
El desafío no es encontrar o incluso expresar las ideas. El desafío es vivir por ellas. Actuar en consecuencia. Convirtiéndose en una encarnación viviente de ellas. Eso es lo que significa quemar la bula.
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Ray Tetz es el director de comunicación y participación comunitaria de la Pacific Union Conference y director del Pacific Union Recorder.
1 Roland H. Bainton, Here I Stand: A Life of Martin Luther (Peabody, MA: Hendrickson Classic, 1950), pp. 153-155.