“We had no idea if we would find empty campsites,” Dalariyn (Class of ‘24) said. “But none of the juniors and seniors minded having an extra day of camping.”
It takes a lot of everyday faith to transport 44 students 400 miles to a national park for a week of outdoor education. Calendar changes, campground closures, cafeteria staffing, and climate all conspired to cancel this year’s outdoor school program.
Despite the challenges, the advanced group of staff and students stepped out in faith on October 2 and headed for Bryce Canyon National Park in hopes of securing campsites in the first-come, first-served section of Sunset Campground. God provided enough empty campsites close to restroom facilities to fit all 57 participants.
On Thursday, 27 students ventured into the canyons near Mt. Carmel Junction for a day of transformative rappelling. “I want to learn how to rappel because I’m afraid of heights,” Amorah (Class of ‘25) said.
Other students shared her fear, and the group watched in awe as the canyoneering guides offered to descend in tandem with the petrified students. This act of coming alongside helped students exercise their everyday faith to overcome their fears. By the end of the day, every student had a wide grin as they recounted their accomplishments. “I didn’t think I could do it,” Breanna (Class of ‘26) said, “but I had so much fun!”
When asked about her camping experiences, Ms. Alison Notice, HIS’s new food service director, said, “No, I’ve never been camping before.” Ms. Notice, a native of Jamaica, exercised everyday faith when she tackled cooking for a crowd over camp stoves in almost freezing temperatures. “Ms. Notice got up earlier than everyone else, even on the coldest morning, to fix us breakfast,” said Kayden (Class of ‘26).
While some might think of outdoor school as a time for learning outside the classroom, it is so much more. The deans prepared worship talks centered on the theme of gratitude, one of the school’s core values. By the end of the week, staff noticed a difference.
On Monday, the boys boarded the school’s bus to drive to Lower Calf Creek Falls to hike, test water, and take a dip. Forty-five minutes into the trip, the bus started to thump.
The driver pulled the bus over, and staff got out to inspect the tires. Mr. Stoltz, our industrial arts teacher, noticed a bulge on the inner back tire. He gave it a whack and air whooshed out. Everyone checked their cell phones for service, but no one had any.
The driver (and others) shot up a prayer.
“The town down the road 12 miles has an auto shop,” a passerby told us. “But I doubt they have a spare bus tire lying around.”
Thirty minutes and one shredded tire later, the bus stopped at the edge of town next to a visitor’s center. The students and chaperones got out to wait inside the air-conditioned building.
Everyday faith seemed outrageous at this point. The chance of finding a bus tire at a two-bay auto shop in a town of 763 seemed slim. But God delights in growing faith. The shop had a tire—and the time to install it.
“And thank you, God, for the fun time we’re having,” one of the boys prayed as he said the blessing before students settled down at a local park for lunch while they waited. Despite the circumstances, the boys gave thanks. Everyday faith is expressed in thanksgiving.
Everyday faith, an equation not found in math textbooks, provides the answer to life’s unexpected circumstances. Who knew you could learn it at outdoor school?
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By Anita Ojeda
Escuela al aire libre fortalece la fe de maneras inesperadas
«No teníamos idea de si encontraríamos espacio donde acampar», dijo Dalariyn (Clase del ‘24). «Pero a ninguno de los estudiantes de tercer y cuarto año le importó tener un día extra de campamento».
Se necesita mucha fe para transportar a 44 estudiantes 400 millas a un parque nacional para una semana de educación al aire libre. Los cambios en el calendario, los cierres de campamentos, el personal de la cafetería y el clima conspiraron para cancelar el programa de escuela al aire libre de este año.
A pesar de los desafíos, el grupo avanzado de personal y estudiantes salió con fe el 2 de octubre y se dirigió al Parque Nacional Bryce Canyon con la esperanza de asegurar donde acampar en la sección por orden de llegada de Sunset Campground. Dios proveyó suficientes campamentos vacíos cerca de los baños para los 57 participantes.
El jueves, 27 estudiantes se aventuraron en los cañones cerca de Mt. Carmel Junction para un día de rappel transformador. «Quiero aprender a hacer rappel porque tengo miedo a las alturas», dijo Amorah (Clase del ’25).
Otros estudiantes compartían su miedo y el grupo observó con asombro cómo los guías de barranquismo se ofrecían a descender en tándem con los petrificados estudiantes. Este acto de acompañar a los estudiantes ayudó a ejercitar su fe para superar sus miedos. Al final del día, todos los estudiantes tenían una amplia sonrisa mientras relataban sus logros. «No pensé que pudiese hacerlo», dijo Breanna (Clase del ’26), «¡pero me divertí mucho!»
Cuando se le preguntó sobre sus experiencias de acampar, la Sra. Alison Notice, la nueva directora del servicio de alimentos de HIS, dijo: «No, nunca había acampado antes». La Sra. Notice, oriunda de Jamaica, ejerció su fe cuando abordó la tarea de cocinar para una multitud sobre estufas de campamento a temperaturas casi bajo cero. «La señorita Notice se levantaba más temprano que todos los demás, incluso en las mañanas más frías, para prepararnos el desayuno», dijo Kayden (Clase del ’26).
Si bien algunos podrían pensar en la escuela al aire libre como un momento para aprender fuera del aula, es mucho más. Los decanos prepararon charlas de adoración centradas en el tema de la gratitud, uno de los valores fundamentales de la escuela. Al final de la semana, el personal notó una diferencia.
El lunes, los chicos abordaron el autobús de la escuela para ir a Lower Calf Creek Falls a caminar, probar el agua y darse un chapuzón. A los cuarenta y cinco minutos de viaje, el autobús comenzó a vibrar con violencia.
El conductor detuvo el autobús y el personal se bajó para inspeccionar los neumáticos. El Sr. Stoltz, nuestro profesor de artes industriales, notó una protuberancia en el neumático trasero interior. Le dio un golpe y el aire salió silbando. Todos revisaron sus teléfonos celulares en busca de servicio, pero no había.
El conductor (y otros) empezaron a orar.
«La ciudad que está a 12 millas de distancia tiene un taller mecánico», nos dijo un transeúnte. «Pero dudo que tengan una llanta de autobús de repuesto».
Treinta minutos y un neumático destrozado más tarde, el autobús se detuvo en las afueras de la ciudad, junto a un centro de visitas. Los estudiantes y sus acompañantes se bajaron para esperar dentro del edificio con aire acondicionado.
La fe parecía fallar en ese momento. La posibilidad de encontrar un neumático de autobús en un taller mecánico de dos bahías en una ciudad de 763 habitantes parecía escasa. Pero Dios se deleita en el crecimiento de la fe. El taller tenía un neumático y el tiempo para instalarlo.
«Y gracias, Señor, por el tiempo divertido que estamos pasando», oró uno de los niños mientras pronunciaba la bendición antes de que los estudiantes se sentasen en un parque para almorzar mientras esperaban. A pesar de las circunstancias, los chicos mostraron gratitud. La fe se expresa en acción de gracias.
La fe cotidiana, una ecuación que no se encuentra en los libros de texto de matemáticas, proporciona la respuesta a las circunstancias inesperadas de la vida. ¿Quién iba a decir que podías aprenderlo en la escuela al aire libre?
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Por Anita Ojeda