The Work That Needs to Be Done

by Mila León

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If we were asked about what the Bible says about money, a lot of us might quickly say, “The love of money is the root of all evil” (1 Timothy 6:10, KJV). However, this text is just a small part of the story. The Bible has over 500 direct mentions on this topic, showing that God cares about us having the correct view on riches.

Deuteronomy tells us that God promised to reward His people with material success: big cities, luxurious homes, wealthy farms, and orchards (Deuteronomy 6:10-11). The Psalms also connect those who are righteous with wealth. “For thou dost bless the righteous, O Lord; thou dost cover him with favor as with a shield” (Psalm 5:12, RSV).

However, Jesus did not adopt an extravagant or indifferent approach to wealth. He prioritized spiritual principles above all else, consistently demonstrating a wise use of resources in His personal life. When providing food for the five thousand, He directed that the excess food be collected to ensure nothing was thrown away.

The image that comes to mind, then, is one of equilibrium. Our primary goal should be to pursue the realm of God and His justice, assigning this the utmost importance. When we receive material things, we ought to see them as gifts from God, intended to meet our requirements and honor our Creator. Ellen White writes about the parable of the rich man and Lazarus: “In proportion to [the rich man’s] abundance was his obligation to use his gifts for the uplifting of humanity. This was the Lord’s command” (Christ’s Object Lessons, p. 261).

As followers of Christ, it is our duty to use our resources in a way that honors Him, which means being wise with our money. True economy means spending wisely, not saving excessively. God wants us to handle our lives thoughtfully so that we’re not so consumed by money issues that we lose our effectiveness in spreading His message.

When we establish a budget, the tithe is given top importance. We view this not as a burdensome obligation but rather as a thankful recognition of God’s benevolence and dominion over everything. As the portals to heaven widen and the gifts pour in, we come to understand that God’s assurance is constant and everlasting, holding true in contemporary times as it did in the era of Malachi.

As Christians, it is our job to show others how to live. This means always being totally honest in business and paying back what we owe. How do we avoid getting into debt in a world where you can buy stuff now and pay for it later? Do we have to pay with cash for everything we buy, even cars and houses?

Economists split debt into two categories: debt for buying stuff now and debt for putting money into something that might pay off later. Using credit cards, and accumulating debt for buying stuff, lets people get things they couldn’t afford otherwise. Debt for investing, however, lets people borrow money to put into something that could make them money down the line. Getting a loan for school is a good example of this.

Every kind of debt has its good and bad points, but debt for buying stuff is especially risky because it can make you want more and more expensive things, pushing you further into debt to keep up with what you want. You’re always playing catch-up, but you never really do.

Taking on debt for investment can sometimes be a smart financial move, as long as it’s approached thoughtfully and not just to “keep up with the Joneses.” In 1903, Ellen White discussed the topic of debt and God’s work: “It is right to borrow money to carry forward a work that we know God desires to have accomplished.... We must do the work that needs to be done, even if we have to borrow money and pay interest” (Counsels on Stewardship, p. 278).

As beings endowed with intelligence, made in the image of God, we are called upon to think deeply before making any significant financial commitments or taking on loans. Debt has the potential to turn into a crushing load, dragging us into feelings of guilt, stress, and anxiety.

Above all, we must understand that we are custodians entrusted with the Lord’s financial and property matters. As we anticipate the moment when Christ will declare, “Well done, thou good and faithful servant’’ (Matthew 25:21, KJV), we can start reaping the rewards of heaven through our dedication to handling a portion of our Lord’s earthly assets.

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Mila León is a freelance writer from Tucson, Arizona.

 

 

La obra que hay que hacer

Por Mila León

Si nos preguntasen acerca de lo que la Biblia dice sobre el dinero, muchos de nosotros podríamos decir rápidamente: «El amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Timoteo 6:10). Sin embargo, ese texto es solo una pequeña parte de la historia. La Biblia tiene más de 500 menciones directas sobre ese tema, lo que demuestra que a Dios le importa que tengamos el punto de vista correcto sobre las riquezas.

Deuteronomio nos dice que Dios prometió recompensar a su pueblo con éxito material: grandes ciudades, casas lujosas, prósperas granjas y huertos (Deuteronomio 6:10-11). Los Salmos también conectan a los justos con la riqueza. «Porque tú bendices, oh Señor, a los justos; lo cubres de gracia como con un escudo» (Salmo 5:12).

Sin embargo, Jesús no adoptó un enfoque extravagante o indiferente hacia la riqueza. Dio prioridad a los principios espirituales por encima de todo, demostrando constantemente un uso sabio de los recursos en su vida. Al proporcionar comida para los cinco mil, ordenó que se recogiese el exceso de comida para asegurarse de que no se tirase nada.

La imagen que me viene a la mente, entonces, es la de equilibrio. Nuestro objetivo principal debe ser buscar el reino de Dios y su justicia, asignándole la máxima importancia. Cuando recibimos cosas materiales, debemos verlas como regalos de Dios, destinados a satisfacer nuestros requisitos y honrar a nuestro Creador. Ellen White escribe acerca de la parábola del hombre rico y Lázaro: «En proporción a la abundancia [del hombre rico] era su obligación usar sus dones para la elevación de la humanidad. Ese era el mandamiento del Señor» (Palabras de vida del Gran Maestro, pág. 261).

Como seguidores de Cristo, es nuestro deber usar nuestros recursos de una manera que lo honre, lo que significa ser sabios con nuestro dinero. La verdadera economía significa gastar sabiamente, no ahorrar en exceso. Dios quiere que manejemos nuestras vidas de manera reflexiva para que no estemos tan consumidos por problemas pecunioarios de manera que perdamos nuestra efectividad en la difusión de su mensaje.

Cuando establecemos un presupuesto, se le da la máxima importancia al diezmo. Vemos eso no como una obligación pesada, sino más bien como un reconocimiento agradecido de la benevolencia y el dominio de Dios sobre todo. A medida que los portales al cielo se ensanchan y recibimos sus dones, llegamos a comprender que la seguridad de Dios es constante y eterna, y que se mantiene en los tiempos contemporáneos como lo hizo en los días de Malaquías.

Como cristianos, es nuestro trabajo mostrar a los demás cómo vivir. Eso significa ser siempre totalmente honestos en los negocios y pagar lo que debemos. ¿Cómo evitamos endeudarnos en un mundo en el que puedes comprar cosas ahora y pagarlas después? ¿Tenemos que pagar en efectivo todo lo que compramos, incluso los coches y las casas?

Los economistas dividen la deuda en dos categorías: deuda por comprar cosas ahora y deuda por poner dinero en algo que podría dar sus frutos más adelante. El uso de tarjetas de crédito y la acumulación de deudas para comprar cosas permite a las personas obtener cosas que de otra manera no podrían pagar. Sin embargo, la deuda para invertir permite a las personas pedir dinero prestado para invertirlo en algo que podría generarles dinero en el futuro. Obtener un préstamo para estudiar es un buen ejemplo de eso.

Todo tipo de deuda tiene sus puntos buenos y malos, pero la deuda para comprar cosas es especialmente riesgosa porque puede hacer que quieras cosas cada vez más caras, llevándote endeudarte más a para mantenerte al día con lo que quieres. Siempre estás tratando de ponerte al día, pero nunca lo haces realmente.

Endeudarse para invertir a veces puede ser una transacción financiera inteligente, siempre y cuando se aborde de manera reflexiva y no solo para «mantenerse al día con los López». En 1903, Ellen White consideró el tema de la deuda y la obra de Dios: «Es justo pedir dinero prestado para llevar adelante una obra que sabemos que Dios desea que se cumpla... Debemos hacer la obra que hay que hacer, incluso si tenemos que pedir dinero prestado y pagar intereses» (Consejos sobre la mayordomía, pág. 278).

Como seres dotados de inteligencia, hechos a la imagen de Dios, estamos llamados a pensar seriamente antes de hacer cualquier compromiso financiero significativo o tomar préstamos. La deuda tiene el potencial de convertirse en una carga aplastante, arrastrándonos a sentimientos de culpa, estrés y ansiedad.

Sobre todo, debemos entender que somos custodios confiados de los asuntos financieros y de propiedad del Señor. A medida que anticipamos el momento en que Cristo declarará: «Bien, siervo bueno y fiel» (Mateo 25:21), podemos comenzar a cosechar las recompensas del cielo a través de nuestra dedicación a manejar una porción de los bienes terrenales de nuestro Señor.

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Mila León es una escritora independiente de Tucson, Arizona.