Paradise Valley church, in partnership with New Beginnings church and the Arizona Conference, recently sent a medical and pastoral mission team to Ukraine. This humanitarian aid mission delivered necessary financial donations and medical supplies and medications, in addition to providing medical services and pastoral services. The ongoing project began at the start of the war, and this was the third time a team took humanitarian aid to Ukraine. “On this third trip, I was accompanied by Pastor Paul Blake, Pastor Hugh Barton, and premedical student Jeremy Baker,” said project leader Dr. Troy Anderson.
The Ukrainian project director is Dr. Juriy Bonarenko, CEO of the Angelia Clinic, a Loma Linda University affiliated medical facility based out of the city of Kyiv. At the onset of the war, Bonarenko envisioned the humanitarian crisis and immediately created a mobile clinic task force that would take medical services and professionals to areas of Ukraine where the war had cut off access to necessary healthcare. Over the past two years, he has developed a mobile clinic armada of vehicles, trucks, and trailers customized and refitted for specific medical purposes. These include an ambulance; an obstetrics van; medical, psychological, and pastoral consultation spaces; trailers with surgical procedural rooms; trucks fitted to be a mobile pharmacy, a laboratory, and a center for limited radiologic services; and a mobile storeroom for medical supplies.
Upon arrival in the city of Kyiv, the team was welcomed by Dr. Edward Stoyanov, CMO of the Angelia Clinic. The American team was introduced to the Angelia Clinic physicians and professionals who would join them. This included the team’s lead translator and Ukraine Ambassador host Sophia Logvinova.
The team came face to face with the physical and psychological impacts of war. They heard stories of the constant barrage of powerful bomb explosions that shook the earth and shattered windows. They also heard how reports of God sparing Adventist churches spread throughout the neighborhoods, making the churches an instant gathering place of safety for the local communities whenever the sirens started. Pastor Volodymyr, of the Central Chernihiv church, explained, “The people felt safe in our churches and kept on coming and, frankly, they never left.”
“Visiting this war-torn area and seeing the need of the people made my heart ache,” Blake reflected. “But as I began to encounter the wonderful people of this country, I saw that, although their hearts were heavy because of the war, the frequent missile warning sirens, and the heartache of losing loved ones, they had hope in Jesus and His soon return. God is working in Ukraine, and we were privileged, in a small way, to be Jesus’ hands in a war-torn land.”
The team was unable to visit the Youth Camp, Health and Fitness Center, under the leadership of Pastor Igor Tymko. But Pastor Igor did meet the team and spoke about how he and his wife are providing housing, education, and psychological treatment to the orphaned children of the war. They have personally adopted two war orphans into their family. The team was able to deliver necessary donations to Tymko to continue the war orphanage support project.
Barton was deeply impacted by the affliction of the Ukrainian people and was overwhelmed with emotion when he visited the memorial wall of the casualties of war at the center of Kyiv. “Some of the soldiers were younger than my own children, and it saddened me that these young people live with danger 24/7.” He later would preach in a church that had survived a missile attack earlier in the war. “After the attack, the congregation grew to over 70 percent non-Adventist members as they felt the church was a place of safety,” Barton said. “I made an appeal and everyone accepted Jesus into their heart.”
Anderson noted that the trip was “overwhelmingly successful in not only providing necessary medical and pastoral care to Ukrainians but also in delivering the message that their brothers and sisters in America have not forgotten Ukraine and that Ukrainians are loved.”
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By Troy Anderson and Jeff Rogers
Ayuda a Ucrania
La iglesia de Paradise Valley, en asociación con la iglesia New Beginnings y la Arizona Conference, envió recientemente un equipo misionero médico y pastoral a Ucrania. Esa misión de ayuda humanitaria llevó donaciones financieras y suministros médicos y medicamentos necesarios, además de brindar servicios médicos y pastorales. El proyecto comenzó al comienzo de la guerra y esa fue la tercera vez que un equipo llevó ayuda humanitaria a Ucrania. «En ese tercer viaje, me acompañaron el pastor Paul Blake, el pastor Hugh Barton y el estudiante de premedicina Jeremy Baker», dijo el líder del proyecto, el Dr. Troy Anderson.
El director ucraniano del proyecto es el Dr. Juriy Bonarenko, director ejecutivo de Angelia Clinic, un centro médico afiliado a Loma Linda University con sede en la ciudad de Kiev. Al comienzo de la guerra, Bonarenko previó la crisis humanitaria e inmediatamente creó un grupo de trabajo de clínicas móviles que llevaría servicios médicos y profesionales a áreas de Ucrania donde la guerra había cortado el acceso a la atención médica necesaria. En los últimos dos años ha desarrollado una armada de clínicas móviles de vehículos, camiones y remolques personalizados y reacondicionados para fines médicos específicos. Incluyen una ambulancia, una furgoneta de obstetricia, espacios de consulta médica, psicológica y pastoral, remolques con salas de procedimientos quirúrgicos; camiones acondicionados para ser una farmacia móvil, un laboratorio y un centro limitado de servicios radiológicos; y un almacén móvil de suministros médicos.
A su llegada a la ciudad de Kiev, el equipo fue recibido por el Dr. Edward Stoyanov, CMO de Angelia Clinic. El equipo estadounidense fue presentado a los médicos y profesionales de Angelia Clinic que se les unirían. Eso incluyó a la traductora principal del equipo y anfitriona de la embajadora de Ucrania, Sophia Logvinova.
El equipo se enfrentó cara a cara con los impactos físicos y psicológicos de la guerra. Escucharon historias del constante aluvión de explosiones que sacudieron la tierra y rompieron ventanas. También escucharon cómo los informes de que Dios había protegido a las iglesias adventistas se extendían por todos los vecindarios, haciendo de las iglesias un lugar de reunión instantáneo y seguro para las comunidades cada vez que sonaban las sirenas. El pastor Volodymyr, de la iglesia Central Chernihiv, explicó: «La gente se sentía segura en nuestras iglesias y seguía viniendo y, francamente, nunca se fueron».
«Visitar esa zona devastada por la guerra y ver la necesidad de la gente me partió el corazón», reflexionó Blake. «Pero cuando comencé a encontrarme con la maravillosa gente de ese país vi que, aunque sus corazones estaban apesadumbrados por la guerra, las frecuentes sirenas de advertencia y el dolor de perder a sus seres queridos, tenían esperanza en Jesús y en su pronto regreso. Dios está obrando en Ucrania, y tuvimos el privilegio, de alguna manera, de ser las manos de Jesús en una tierra devastada por la guerra».
El equipo no pudo visitar el Campamento Juvenil, el Centro de Salud y Acondicionamiento Físico, bajo el liderazgo del Pastor Igor Tymko. Pero el pastor Tymko se reunió con el equipo y habló sobre cómo él y su esposa están proporcionando vivienda, educación y tratamiento psicológico a los niños huérfanos de la guerra. Han adoptado personalmente a dos huérfanos. El equipo pudo entregar las donaciones necesarias a Tymko para continuar con el proyecto de apoyo al orfanato.
Barton quedó profundamente impactado por la aflicción del pueblo ucraniano y se sintió abrumado por la emoción cuando visitó el muro conmemorativo de las víctimas de la guerra en el centro de Kiev. «Algunos de los soldados eran más jóvenes que mis hijos y me entristeció que esos jóvenes viviesen con peligro las 24 horas del día, los 7 días de la semana». Más tarde predicaría en una iglesia que había sobrevivido a un ataque de misiles al principios de la guerra. «Después del ataque, la congregación creció a más del 70 por ciento de asistentes no adventistas, ya que sentían que la iglesia era un lugar seguro», dijo Barton. «Hice un llamado y todos aceptaron a Jesús en su corazón».
Anderson señaló que el viaje fue «abrumadoramente exitoso no solo al brindar la atención médica y pastoral necesaria a los ucranianos, sino también al transmitir el mensaje de que sus hermanos y hermanas en Estados Unidos no han olvidado a Ucrania y que los ucranianos son amados».
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Por Troy Anderson y Jeff Rogers